Lo más posible es que ni el mismo Teniente Coronel Juan de Velázquez, entonces Gobernador de Durango, haya pensado en la proyección de su acción, al mandar plantar en el año de 1784, Sauces y Álamos a la orilla de la Sequía Grande.

Ahora después de pasar no menos de 225 años en que esos alamitos sembrados en ese entonces, crecieron año con año, siendo testigos de acontecimientos históricos importantes en la vida de nuestra ciudad, adquiriendo el sabor del tiempo, hasta que ahora en fecha, forman parte de uno de los paseos más bonitos con que cuenta nuestra Capital.

El gobierno de Ismael Hernández Deras, con una acción similar a la del Teniente Coronel, abona la permanencia del Paseo de las Alamedas, dándole vida nueva al remozar tanto su aspecto físico como el cuidado de estos centenarios árboles y los más nuevos recién plantados.

Además con la remoción de un edificio muy deteriorado que había sido construido equivocada mente en el paseo, se retoma nuevamente el terreno que se había perdido, plantándose más álamos y la construcción de una calle peatonal que lleva hacia una flamante fuente danzante a un lado de la estatua de Don Benito Juárez.

Se amplían un tanto los andadores ahora de cantera, se instala una infraestructura nueva para la exposiciones al aire libre y se ilumina todo el conjunto de manera tal que brinda más seguridad al paseante en la noche.

Si hace tiempo que no pasa por ahí, no deje de hacerlo, se llevará una grata sorpresa.