En la última parte del Siglo XIX y principios del XX, Durango brindó a la nación importantes figuras artísticas, la familia Revueltas, Silvestre, Fermín, José y Rosaura, Fanny Anitúa, Ramón Novarro, son algunos de los más famosos que ayudaron a promover a nuestra entidad como origen de genios culturales que aun ahora en día admiramos.

Uno de los más destacados y prolíferos fue Ricardo Castro Herrera (Ricardo Rafael de la Santísima Trinidad Castro Herrera), músico, compositor y pianista originario de la Hacienda de Santa Bárbara (algunos lo sitúan en Durango) Municipio de Nazas, Durango el 7 de febrero de 1864 .

Nacido en una ambiente acomodado, se puede decir, pues su padre Vicente Castro era diputado federal en la VIII Legislatura del Congreso de la Unión y su madre era María de Jesús Herrera, Ricardo Castro estudia desde temprana edad en la ciudad de Durango con el maestro Pedro H. Ceniceros al grado de componer varias canciones que fueron populares en Durango a la edad de los 8 años. Ricardo y su familia se mudan a la ciudad de México en 1879 e ingresa al Conservatorio Nacional de Música a la edad de 13 años, donde estudia tres años y su genio florece aun más.

En 1894 es enviado por el gobierno de México a la Exposición Algodonera Internacional de Nuevo Orleáns quedándose por allá cuando menos dos años, durante los cuales realiza giras por varias ciudades de los Estados Unidos donde es llamado “el niño pianista”.

Durante estos años, se puede decir los mejores del porfirismo, parte de la música era compuesta para las clases adineradas y en consecuencia había gran demanda por los bailables como los valses, polkas y mazurkas europeos de origen, sin embargo, también se inició un movimiento considerado por algunos como la “criollización” con música americana como la habanera, danza y canción, desarrollando una identidad propia que se va formalizando a música de concierto y ópera como Atzimba (1901) precisamente de Ricardo Castro y otras como El Rey Poeta de Gustavo E. Campa.

Ya para estos tiempos en el nuevo para ese entonces Siglo XX, Ricardo Castro viajaba a Europa y varias de sus piezas eran publicadas por casas editoras de Paris, Berlín y Londres, había formado la Sociedad Filarmónica Mexicana y junto a Gustavo Campa, Juan Hernández Acevedo y otros, era socio del grupo de los “seis” gozando de gran influencia dentro de la música de la época, y bien podemos decir que Ricardo Castro había ya compuesto las primeras sinfonías y conciertos para piano y violonchelo del México moderno.

Sus obras más conocidas son el vals Capricho, sus óperas Atizimba (sobre la conquista de Michoacán) que por cierto al parecer está perdida la obra, La Leyenda de Rudel, Don Juan Austria, Satán Vencido, y otras que no se estrenaron nunca, además escribió el primer concierto para piano y orquesta escrito en América Latina y el concierto para violonchelo y orquesta. Nuestro compositor fue gran admirador de Chopin y compuso varias polonesas solo para piano.

Después de haber sido nombrado en 1906 Director del Conservatorio Nacional de Música y Declamación por Justo Sierra, el gran compositor Durangueño Ricardo Castro muere de una pulmonía el 28 de noviembre de 1907.

Durango recuerda a este excelente compositor nombrando al majestuoso teatro Principal como Teatro Ricardo Castro en 1952 y tiempo después de un remozamiento total para la visita del Papa Juan Pablo II en 1990, se coloca una escultura en bronce en esquina oriente del mismo en su honor. Aquí entra a escena la pregunta de que si estaremos honrando suficientemente la memoria de este y otros compositores y artistas durangueños. Por ahí nos vemos.

Su música en “youtube”:Vals Capricho,
Atizimba y Concierto para piano.
FUENTES: Wikipedia, Música Mexicana de Concierto del Siglo XX, México Desconocido, Boletín de la Biblioteca de las Artes
No. 2 CONACULTA.