logo
franja
gris
inicio
durango
destinos
fotos
hoteles directorios cultura publicidad links contacto
gris
franja
blanco

 
 

 

SAN JUAN BAUTISTA DE ANALCO.
Texto y fotografías. Walter Bishop Velarde.

Al estar mirando la vista de la ciudad desde el divisadero del cerro de Los Remedios, siempre te gana la curiosidad al pensar cómo sería el valle de Guadiana antes de la llegada de los españoles. Según nos platican nuestros historiadores y cronistas de la ciudad, allá hace mucho tiempo por los años 800 a 1300, el área estaba habitada por los chalchihuites rama Guadiana y la ahora Ferrería, sus pirámides, juego de pelota y tradición pictográfica, son testigos incuestionables de esa cultura (Chalchihuite) en nuestra tierra, pero ya después (200 años) cuando por primera vez llegan los españoles al Valle, sólo encuentran en un principio a los Tepehuanes, en condiciones seminómadas, quizás regidos por las estaciones climatológicas, la recolección de cosechas (vainas de mezquite, tunas, etc.) de flora silvestre y la caza de fauna local y migratoria. Sin embargo, nos podemos imaginar algunas concentraciones más o menos regulares donde se practicaba también la agricultura, plantando maíz, frijol y calabazas. En Navacoyan, la misma Ferrería, quizá el ojo de agua del Obispo y en unos cerritos que después serían llamados “Analco”.

En 1552, ya se había dado una vuelta por aquí, el célebre Gineés Vázquez del Mercado, que apoyándose en rumores de la ubicación de un gran cerro de pura plata, llegó hasta el Valle de Guadiana sólo para comprobar que éste (el cerro ahora del Mercado) era de puro fierro, con tan doblemente mala suerte que murió poco después de un flechazo que recibió en su camino de regreso a Guadalajara, en la entonces Nueva Galicia.

Esta fallida expedición de Ginés, por los reportes de los sobrevivientes, despertó la curiosidad de los españoles que ya estaban en Zacatecas desde 1546, en esta nueva región y rápidamente en “1554” se organizó por parte de los Ibarra, una expedición al mando de Francisco de Ibarra, sobrino de Diego, para explorar estas tierras al norte de lo que en ese tiempo era la frontera de la ocupación española, de lo que ellos mismos denominaron la Nueva España.

No se si se pueda decir “gracias a Dios” o no, pero junto con los aventureros españoles también venían los conquistadores de la fe, en este caso los Franciscanos, que en la persona de Fray Jerónimo de Mendoza se dedicaban a bautizar por docenas y hasta centenas, a los pobladores locales (los Tepehuanos), inadvertida, y se puede decir un tanto prematuramente, fundando pequeñas misiones o poblados antes de que los verdaderamente jefes o la autoridad del virreinato (Capitán Francisco de Ibarra) lo hiciese oficialmente como en Nombre de Dios (1562).

Después de la fundación no oficial de la misión de Nombre de Dios en 1558 por el padre Mendoza y a la llegada de sus reemplazos, Fray Pedro de Espinareda, Fray Jacinto de San Francisco (Cintos), Fray Diego de la Cadena y el donado Lucas, estos dos últimos son enviados a el Valle de Guadiana a la evangelización de los Indígenas que habitaban éste, fundando la misión de San Juan Bautista de Analco en 1559. (Cabe señalar que también se menciona la presencia de Fray Diego Valadez en Nombre de Dios como acompañante de Fray Pedro Espinareda en algunos apuntes, pero quién sabe).

El pueblo de Indios de Analco como algunos lo denominaban, fue fundado al sur del arroyo que nosotros (los de la tercera edad) conocimos como Acequia Grande, antiguamente llamado “de Isabel” que en esos tiempos de seguro llevaba agua limpia corriendo por su cauce y que fuera tapado en los años 80 del Siglo XX para hacer el bulevar Dolores del Río, en el sexenio de Armando del Castillo Franco como Gobernador de Durango. Fue una de las primeras vialidades “modernas” con que contó la ciudad.

Sólo unos años después, en 1563, el Capitán Francisco de Ibarra en persona funda la Villa de Durango, precisamente al norte del arroyo en mención, “juntos pero no revueltos” se podría decir, ya que aun cuando sólo era por uno o dos kilómetros a lo más y un arroyo de por medio era evidente la discriminación que se hacía de Analco.

Según nos narra Atanasio G. Sarabia, Fray Diego de la Cadena falleció aquí mismo en Durango y se supone fue sepultado en el misma misión de Analco, sin embargo, el donado Lucas que era un Indígena originario de Michoacán el que según enseñó a leer y escribir a muchos Tepehuanos y que vivía en Analco, en una ocasión donde se le designa para acompañar a Fray Juan de Tapia a México, al parecer se encuentran con unos indios rebeldes los cuales los reciben a flechazos, matando así al padre y a Lucas lo rematan a macanazos. Los dos fueron trasladados a la capilla mayor del convento de San Francisco de Zacatecas donde yacen hasta ahora. El Obispo de Guadalajara Alonso De la Mota y Escobar en su visita de 1602, sitúa a unos 50 habitantes en Analco entre Tepehuanos, Tlaxcaltecas y Tarascos, los dos subsecuentes parte de la mano de obra que los españoles traían del centro.

Claro que el templo en ese tiempo no lucía como ahora, de hecho las construcciones en los siglos XVI, XVII y XVIII solían ser de adobe con techos de paja, los adornos de las capillas eran de madera al igual que los retablos de los altares que luego recubrieron con lámina de oro en algunos casos unas verdaderas obras de arte, como todavía ahora podemos apreciar en Avino.

Pero en 1778, aprovechando la bonanza de la industria minera que le dio muchísimo dinero a Durango, se inician los trabajos del templo quedando una construcción de cruz latina, con el lado poniente un tanto más larga, ya que era la nave original de la Iglesia con puerta al norte y donde estaba y está la Virgen de Loreto, cabe mencionar que esta Virgen es la patrona protectora contra todas las calamidades, característica que la hacía muy popular en tiempos del virreinato. Pensando en las circunstancias en que vivimos ahora, quizás no sería mala idea sacarla en procesión nuevamente.

La mayoría del trabajo de cantera del templo de estilo neoclásico un tanto gótico, incluyendo sus altares y su torre, es de las manos de Benigno Montoya, trabajo excepcional que impresiona. En 1906, finalmente se dan por terminados los trabajos y el templo adquiere la fisonomía con la cual lo vemos ahora. Por ahí nos vemos.

- CIVITAS Y URBS. La Conformación,
de Miguel Vallebueno Garcinava.
- Apuntes para la historia de la Nueva Vizcaya, de Antanasio G. Saravia.
- Breve Historia de Durango de José de la Cruz, de Pacheco Rojas.
- Fray Diego Valadez, o.f.m: evangelizador humanista de la Nueva España,
de Esteban J. Palomera.

 
franja
gris
franja
© BISHOP + PIZARRO, CONSULTORIA Y PUBLICIDAD 2012
PROHIBIDA LA REPRODUCCION TOTAL O PARCIAL DE LAS FOTOGRAFIAS Y ARTICULOS CONTENIDOS EN ESTA PAGINA