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PUEBLOS FANTASMAS DE DURANGO.
TERCERA PARTE. SAN DIMAS
Texto y fotografías. Walter Bishop Velarde.

Para llegar de Guarisamey al pueblo de San Dimas,  pues el municipio se llama igual,  tienes que volver a subir el cerro por un cordón colorado que delata la vocación minera del lugar, bajar nuevamente hasta la cabecera municipal de Tayoltita y a un lado de la pista aérea,  junto a un taller mecánico, tomar de nuevo el camino  para arriba por una serie de súper curvas,  que inclusive hay una tan pronunciada que más bien es como si fuera la letra “O “ y si no te pones aguzado y distingues la continuación del mismo,  puedes regresarte otra vez por donde venías.

Como a mitad de la “subidona”,   a unos cuantos kilómetros pero como a media hora manejando, pasa uno por  “Socavón” un pueblito viejo donde el camino se convierte por como dos cuadras en calle y viborea por en medio de las casas,  en su mayoría de madera que están construidas  en zancos (las que quedaron) y literalmente parecen colgadas del cerro tanto las del lado de arriba como las de abajo del mismo.  En sus mejores días tenía este caserío,  toda la finta de un pueblo minero,  pero de algún lugar en el extranjero o algo así medio exótico, aquí están algunos de los viejos tiros mineros anteriores a  la minera LuisMin ahora Gold Corp,  que al parecer se llamaban de la Araña. Este pueblito hace  unos cuantos años,  en el 2005 se quemó más de la mitad del mismo,  incluyendo la iglesia de 1930 dedicada a San José Obrero y la clínica obrera sección 22,  logro del sindicato de esos tiempos según nos cuenta Guillermo Salazar en su libro de recién edición “Tayoltita”.

Aquí en Socavón o en lo que queda de éste, pues el pueblito ya trae media estocada adentro, y es el próximo candidato fuerte a ser pueblo fantasma,   también inicia el camino que sube a Las Palmas y Cinco Señores y continúa por Carboneras y Puentecillas rumbo a San Miguel de Cruces,  pero esa es otra historia.   Por lo pronto,   continúa uno subiendo por tramos de camino verdaderamente demandantes hasta un “puertecito” donde para variar sigue una bajada de las buenas que lleva a San Dimas. De este punto del camino y en realidad todo el tramo anterior,  se puede ver hacia  Tayoltita en una vista  verdaderamente espectacular y aun más lejos para  el  otro lado de la quebrada del Piaxtla,  se distingue todo el trazo del camino que viene bajando desde “Cebollas” y claramente se ve lo sinuoso que son estos,  si así se les puede llamar en la Sierra.

Es cierto que San Dimas fue un pueblo antiguo,  pero lo más probable es que en su principio no fuera uno de indios,  sino que por los descubrimientos paulatinos de sus minas, se inicie por los 1750 con el nombre de “La Puerta”,  pero luego quizás por las continuas disputas con los indígenas y consigo mismos,  según la leyenda, los españoles llaman a la región San Dimas, por lo del ladrón, el caso es que se funda formalmente en 1786 gracias al descubrimiento de sus ricos minerales y además se inicia la historia de uno de los pueblos más importantes e influyentes de la zona de las quebradas en Durango.

El personaje, vamos a decir más importante de esa época de bonanza para todo el estado,  fue sin lugar a dudas Juan Joseph Zambrano, que con las riquezas obtenidas de la  explotación de las minas La Tecolota,  de Agua Caliente, San Luis y otras,   lo proyectaron a la cúspide de su tiempo,  llevándose a Durango junto con él,  ya que gracias a estos descubrimientos  de los minerales de la región de Guarisamey y San Dimas,  la ciudad,  que  en los 1700 estaba pasando por un trago amargo que la mantenía al borde de la desaparición como entidad que era,   (por las hambrunas resultado de  malas cosechas por el clima adverso y las enfermedades como la viruela de 1798),  con esta repentina buena suerte,  resuelve la mayoría de sus  problemas y se inicia un periodo de construcción y desarrollo, mismo que nos dejaron  los edificios más bonitos con los que a la fecha cuenta la misma.

 Cuando recién entras al pueblo por una calle estrecha empedrada y empiezas a ver las ruinas de los edificios coloniales,  ya todos derruidos pero que aun así conservan la gloria que en un tiempo tuvieron, se queda uno atónito y conforme continuas caminando por la callecita te das cuenta de lo importante que fue el ahora pueblo fantasma de San Dimas.

Al final de la calle se puede decir principal,  llega uno a una explanada,  la única del escarpado lugar, donde anteriormente estaba la cabecera municipal que aun se puede apreciar.

Ahi está  un busto de Don Benito Juárez (ahora balaceado) con todo y dos placas conmemorativas,  a contra esquina está la casa tienda y billar de Don Jesús Mendoza y familia donde por años siempre nos hemos tomado un refrigerio cuando visitamos el lugar y de hecho, en su casa pasamos la noche,  esta vez  que fuimos a tomar parte de las fotografías para este artículo y el libro de Carlos,  desgraciadamente Don Jesús acaba de fallecer el 2 de mayo ahora hace días, con él se va parte de la historia que quedaba del poblado y de seguro, vamos a extrañar las pláticas que teníamos en su compañía cuando visitábamos el lugar.

Arriba de la plazoleta,  está el templo de San Dimas construido en  1849 y otra vez en 1879 se le da otra “manita” quedando una iglesia de buen tamaño con una cúpula impresionante que estuvo por  de plano caerse por varios años, ahora gracias a un remozamiento bastante integral que le dieron a toda la iglesia, por parte al parecer de la compañía minera de Luis Min, nuevamente tenemos templo para un buen rato, por lo que a las imágenes atañe, éstas a excepción de un San Dimas crucificado, es todo lo que quedó de ellas. 

De las campanas aun existe sólo una de ellas pues la otra más grande de bastante peso,  se la llevó alguien de “autoridad” y nunca se supo más del asunto.

El pueblito se extiende hacia arriba de la iglesia donde está todavía la escuela “Profesor Bruno Martínez”, la tienda de raya, y uno de los tres panteones que tiene el pueblo, el de la gente más o menos común, el de los extranjeros que está al otro lado del arroyo y el de los Laveaga que también está al otro lado del arroyo arriba de un cerrito muy estratégicamente situado enfrente exactamente de la iglesia. Ahora en día no es fácil visitar el panteón de los Laveaga, ya que para llegar a este tienes que subir el mentado “cerrito” que ya de subida parece toda una cordillera, así que no se explica uno como le harían para subirlo con un difunto a lomo y es de imaginarse lo difícil que sería el entierro y luego regresar a visitar el mismo.

Hace unos años tuvimos la oportunidad de llevar a algunos familiares de precisamente los Laveaga, de hecho a Don Miguel Laveaga, ahora nieto de Don Miguel el español  y personaje más importante en la historia de esta región después del Conde Zambrano.

Para abajo del pueblo aparte de un buen de ruinas de casas y edificios que seguramente en su tiempo fueron relevantes, está la hacienda minera que al parecer llaman “del Baluarte” que luego también,  ahora si que dicen,  fue después un fuerte donde por cierto,  estaba la hidroeléctrica que daba luz y fuerza al pueblo e industria minera, además tenemos un puente peatonal que da a una de las colonias de arriba del arroyo y un hermoso puente para cruzar el arroyo de abajo, según esto llamado “de la Victoria” por un conflicto armado que se escenificó en el mismo donde salieron victoriosos los “Federales”.

Podemos decir más o menos que  en un periodo de 1786 a 1940 (154 años) aproximadamente, desde que se descubre hasta donde se acaban los minerales de San Dimas, el pueblo vivió una interesante aventura por el tiempo,  donde les tocaron bonanzas, desgracias, movimientos armados, fama internacional (por la riqueza de sus minerales), y finalmente el olvido total,  ya que  poco a poco  sus habitantes que en algún momento de este periodo fueron más de 10,000 almas,  se fueron emigrando a otros pueblos como Tayoltita ahora cabecera municipal, a buscar la vida y el sustento, pero a lo que trato de ir es que, San Dimas antiguamente un pueblo tan importante para la región y el estado,  se queda en el completo olvido y lo que queda de una gloria que fue, poco a poco con el tiempo y los elementos,    se va derrumbando en montones de tierra hasta que imaginamos algún día no quedara nada, más que solamente sus fantasmas. Por ahí nos vemos.

 
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