logo
franja
gris
inicio
durango
destinos
fotos
hoteles directorios cultura publicidad links contacto
gris
franja
blanco

 
 

 

PUEBLOS FANTASMAS DE DURANGO.
SEGUNDA PARTE. GUARISAMEY
Texto y fotografías. Walter Bishop Velarde.

Como veníamos diciendo en el número anterior, apenas y le das vuelta al cordón (formación del cerro) en una curva del camino y surge la imagen del pueblito de Guarisamey, allá abajo en la ribera del río Piaxtla, en medio de la gran quebrada del mismo nombre. Por cierto que la palabra “quebrada” para referir los enormes cañones de la sierra, la pone de moda se pudiera decir el mismo Padre Ribas “las quebradas de esta serranía son tales” a diferencia del estado de Chihuahua donde le llaman “barrancas” a estas depresiones del terreno. Esta quebrada del Piaxtla es de las más profundas del estado, ya que si nos imaginamos una línea con trayectoria noroeste pasando desde la cima del Huehuento a más de 3,300 metros sobre el nivel del mar, cruzando el pueblito de Guarisamey a menos de 500 mts. sobre este nivel y continuando hacia los altos del cerro de “Las Bufas” a 2,800mts, el resultado es de una profundidad de cuando menos 2,300 mts. y para una comparación tenemos a la famosa Barranca del Cobre que sólo tiene 1,870 mts. y al súper famoso Cañón de Colorado con 1,600 mts., ni siquiera tan hondo como la anterior.

Según Gerhard, cuando primero tuvieron contacto los españoles con los indígenas de esta región llamados Humes o Yamoribas, estos eran altamente agresivos y bestiales, ya que desde 1610, los habían estado reprimiendo violentamente y con “gran derramamiento de sangre” a las órdenes del temido capitán Francisco de Urdiñola en la quebrada de Remedios ahora de Basis.

De lo antropófagos, según nos cuenta con detalle el padre Ribas: “El cuerpo humano que cogían lo llevaban muerto entero o hecho piezas y lo entregaban a sus viejos; estos habiéndolo hecho pedazos por sus coyunturas, lo echaban y cocían en ollas grandes que para efecto tenían, y juntamente con frijoles que les servían de garbanzos, cuidaban darles fuego y cocerlos toda la noche, hasta que podían sacar los huesos mondos, los cuales guardaban por trofeos de sus victimas...”, según el padre continua platicándonos “contar de calaveras que de sus presas tenían colgadas por sus casas, de personas que habían muerto y comido y llegaron a mil setecientas y veinte y cuatro...” o sea que los señores eran bien caníbales no cabe la menor duda, sin embargo el mismo padre Ribas también menciona que tenían algo de orden en su vida, no contando mentiras, ni robando, respetando a las mujeres y el matrimonio en relativa paz sin muchos vicios. Increíblemente también jugaban el juego de pelota.

Al parecer el pueblo ya medio europeo de Guarisamey fue fundado en 1630, pero no se estableció misión hasta 1633 por el padre Pedro Gravina, jesuita italiano de avanzada edad para su tiempo que por lo que se lee, acompañó al Capitán Francisco de Ibarra en algunos de sus viajes a la Sierra Madre Occidental. En un tiempo fue visita de Santa María de Otais pero para inicios del siglo XVIII eran tan pocos los sobrevivientes (por pestes) de las quebradas, que incluso se llegaron a abandonar algunas misiones comos la de Santa Lucía en Pueblo Nuevo, pero en la quebrada del Piaxtla los sobrevivientes se replegaron a San Pedro de Guarisamey que todavía en 1813 era aun parroquia de la diócesis de Durango.

Pero de ninguna manera hay que brincarnos la época dorada de este ahora minúsculo pueblito de la sierra de Durango, ya que el 11 de mayo de 1784 se denuncia por de parte José Fernández y Cayetano Flores, la primera mina con el nombre de Guadalupe de Tecolotita, de un vasto mineral llamado de Nuestra Señora de la Consolación del Agua Caliente de Guarisamey, la población crece increíblemente a 6,000 almas (Gehard) y se inicia una increíble etapa que influye directa y positivamente en nuestra ciudad de Durango capital que para variar estaba pasando por una crisis terrible.

Entre tanto nosotros acá unos cuantos cientos años después, llegábamos en un vehículo realmente confortable a lo que considerábamos un pueblo fantasma, pero por lo visto en franco restablecimiento, pues varias de las casas estaban repobladas y se veía algo de bienestar en la población (casi todos traían una caguama en la mano). No paramos hasta llegar a las ruinas del templo que debió ser muy hermoso en su tiempo, de tal forma que todavía ahora retiene algo de su majestuosidad y no cabe más que el asombro al verlo. Le preguntamos a una chiquilla por la señora de las llaves, misma que salio corriendo por ellas, regresando con el hijo de la encargada que apenas si nos había saludado y se ofreció a llevarnos a donde se puede decir, están los cimientos, de lo que fue probablemente la hacienda minera más suntuosa de por estos rumbos, las propiedades de el Sr. Juan Joseph de Zambrano.

Ahora existe todo un mito y por supuesto una leyenda sobre este elusivo personaje que tanto ayudó a Durango, en este tiempo de los mil setecientos ochentas, la ciudad estaba pasando por una hambruna debido a la sequía y una helada tardía (en agosto) de tal forma que se había tenido que instaurar por parte de los cabildos eclesiástico y secular, comidas públicas que iniciaron un 12 de junio y que en los primeros 10 días habían atendido a 24,823 personas según nos dice Atanasio G. Sarabia en su libro “Apuntes para la Historia de la Nueva Vizcaya” .

Así que los descubrimientos de los nuevos minerales llegaron como “anillo al dedo” para solventar una situación que parecía perdida, los finales del siglo XVIII y principios del XIX fueron de algo de prosperidad para la región y muchas de las construcciones que ahora vemos en el Centro Histórico se hicieron en estos años.

Del Conde de Zambrano y sus riquezas se han escrito muchas cosas, algunas son evidentes como la gran casa ahora sede del gobierno estatal que construyó el palacio de Zambrano con todo y teatro ahora el Victoria y cierto también es que fue regidor alférez real y alcalde ordinario en 1800, se calcula que debe haber ganado unos 14 millones de pesos de aquellos tiempos de sus minas de Guarisamey, pero lo cierto es que tal euforia económica sólo le duro unos cuantos años, pues al parecer en una gran inundación del río Piaxtla, pierde sus propiedades y principal mina, la Calendaria, de tal forma que en 1816 se declara en quiebra “habiéndose sacado a remate sus bienes”.

Ya acá otra vez en el presente, pudimos constatar la gran extensión que tuvo la Hacienda minera de este señor pues son varios cientos de metros desde lo que aun se puede ver de un acueducto, hasta donde probablemente fueron las instalaciones de la planta de beneficio. Después de andar entre la maleza llena de espinas buscando lo que queda de este pedacito de historia de nuestra tierra, regresamos al pueblo a tomar algunas fotos de la iglesia de Nuestra Señora de la Consolación, una verdadera joya construida con paredes de mas de dos metros de adobe colorado, con hermoseamientos de cantera en la fachada principal y unas ventanas octagonales con herrería verdaderamente hermosas.

Ya era muy tarde para regresar a Tayoltita, así que le pedimos a el Sr. Margarito Yanes Delgado y su señora esposa Gregoria Sánchez, posada en su casa, misma que nos brindaron con muchísima hospitalidad, dándonos de cenar una caldito de pollo muy rico acompañado de sabrosas tortillas hechas a mano y unos tomates del huerto de ellos mismos también riquísimos.

Después de habernos quedado hasta muy noche platicando con Don Margarito de los intentos de tirar el templo y llevarse las campanas (1787) por parte de diferentes autoridades, que los pobladores han tenido que repeler de las nuevas exploraciones de la minera y una nueva esperanza de que vuelva a resurgir Guarisamey, de algunos derroteros de tesoros enterrados de cargas de mulas con tejos de oro y plata que por razón de los bandidos o que se yo, dejaron abandonadas en lo abrupto de la serranía los mineros, amanecimos temprano en la mañana, a una calma total del pequeño pueblito.

Uno que otro gallo cantaba el amanecer y diversos pajarillos les contestaban cada quien con su canción, mientras el sol empezaba a remontar las altas cumbres de la quebrada y sus rayos lentamente iluminaban las casitas del pueblo incluyendo la iglesia, por lo cual regresamos a tomar más fotos y ver el interior de una capillita donde están los antiguos santos del templo.
Después de una sesión intensa de fotografías del templo y sus alrededores, nos percatamos de lo increíble que es ver como el tiempo no perdona y como las cosas literalmente se nos van de entre las manos, destruyéndose poco a poco hasta que me imagino uno de estos días ya no vamos a encontrar nada del templo ni de la historia de Don Juan Joseph de Zambrano.

Después del desayuno también delicioso, agradecimos a nuestros anfitriones sus atenciones y salimos nuevamente tras los fantasmas de nuestro pasado. Por ahí nos vemos.

 
franja
gris
franja
© BISHOP + PIZARRO, CONSULTORIA Y PUBLICIDAD 2012
PROHIBIDA LA REPRODUCCION TOTAL O PARCIAL DE LAS FOTOGRAFIAS Y ARTICULOS CONTENIDOS EN ESTA PAGINA