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RÍO PRESIDIO.
Texto y fotografías. Walter Bishop Velarde.

No sé si les ha pasado, pero cada vez que recorre uno la carretera Durango Mazatlán o para el caso cualquier otra, siempre que se pasa por los letreros del camino indicando como llegar a algún  pueblo o ranchería, se le despierta a  uno la curiosidad innata y se pone uno a pensar  en cómo serán esos lugares, quien vivirá ahí,  qué modo de vida tienen, ¿será peligroso?.

Y pues así, desde niño cuando íbamos a Mazatlán de vacaciones y luego con mi propia familia,  había un letrero que siempre me  llamaba la atención que decía “Los Ángeles” , en parte claro pues haces la conexión con el del estado de California en los EUA, pero más porque solo eran unas casitas amontonadas en  un pequeño plano de la sierra, casi como si estuvieran colgadas de las piedras y pues sucede que el otro día con esto de las rutas para cuatrimotos que andamos (le dijo la mosca al burro) estableciendo,  me tocó precisamente la gran oportunidad de recorrer este camino.

Ya previamente nos habíamos puesto de acuerdo con unos amigos de Mazatlán,  para vernos en Mexiquillo un sábado por la tarde,  quedarnos en las cabañas del ejido para muy temprano en la mañana salir a explorar esta ruta hasta el puerto de Mazatlán.

En días pasados,  nosotros (los de Durango) habíamos recorrido la ruta hasta el río de Presidios que corre abajo de la gran Quebrada de Ventanas,  así que íbamos de líderes en una cuatrimoto medio “carrito” donde caben dos pero éramos tres y no importaba mucho pues botabas mucho  menos,  ya que los caminos de terracería en la sierra cuando menos en nuestro estado, son famosos por su mal estado, que en este caso,  aun cuando parezca paradójico era exactamente lo que se buscaba.

Así que no se si  puedan visualizar la escena,  como aun no había salido el sol, aparte de un frío glacial de varios centígrados bajo cero, el color que más dominaba el área era el gris, la carretera gris, los barrancos del cerro grises, las casillas en la patillita grises, los árboles verde gris y el clima ya lo dijimos, lo más gris de todo, así que en ese ambiente de todo grisísimo,  nos subimos a las cuatrimotos ya fueran carritos o sencillas y salimos disparados con el estruendo medio  controlado característico de las mismas.

De la carretera sube uno  “el camino” (puras piedras) por en medio de las casitas y aun todavía no  pasas el corral,  cuando abruptamente el camino baja casi por el voladero, con un piso totalmente irregular en parte  de barro muy resbaloso que solo porque estos vehículos están hechos para ello, no nos precipitábamos  al vacío.

El frío, que aquí todavía te partía la cara en varios pedazos, pues íbamos por el lado norte del cerro, por lo tanto en su misma sombra y el sol aun cuando ya había asomado sus ahora si queridísimos rayos de luz y los más importantes de calor, poco a poco fue disminuyendo en intensidad, según bajábamos en busca de nuestro primer derrotero o pueblito diminuto de “El Cajón”, el ambiente se calentaba un poco y finalmente nos liberaba la mente para ver a nuestro alrededor.

 Solo por esta vista había valido la pena el viaje, de aquí en el borde de la Sierra Madre, donde esta inicia su caída a las llanuras de Sinaloa al margen del pacífico, se podía ver al infinito, allá a lo lejos brillaba una de las torres blancas de los hoteles en el malecón del puerto, podía uno distinguir las islas y toda la ciudad en sí, desgraciadamente también se veía la gran contaminación que causa una termoeléctrica de la CFE que claramente se apreciaba como llenaba con una nube negra de humo toda el área al sur de la Perla del Pacífico, también podíamos ver la presa de Picachos por donde pasaríamos más tarde y algunos trozos del Río Presidio, eran cientos de kilómetros cuadrados los que se nos desplegaban allá abajo. 

Todavía a una velocidad de consideración, seguimos bajando por el camino rápidamente,  pasando por “Cerro Pelón” otro pequeño pueblito, “Palo Parado” una ranchería y finalmente ya abajo casi en la ribera  del río, un pueblitito que se llama “El Pueblo”. En cada una de estos lugares nos deteníamos para registrar las coordenadas del punto, la altura, los kilómetros recorridos, el tiempo en que los habíamos recorrido y toda la información que pudiéramos recabar para poder luego hacer el mapa de la ruta a seguir,  con todas las indicaciones necesarias que debería de llevar.

Fue ya a mero abajo a 220 mts. de altura sobre el nivel del mar, (veníamos de 2,750msnm) a  las orillas del río donde surgió algo de dificultad,  aun cuando la Quebrada se llama de “Ventanas” haciendo alusión literalmente a unas ventanas esculpidas por la erosión del viento y el agua en la piedra bruta de los barrancos,   que existen arriba del pueblo minero centenario ya casi fantasma también llamado “Ventanas”, por de seguro alguna buena razón, el río se llama “Presidio” quizás sea por las pequeñas fortificaciones que de seguro había en el tiempo de la colonia por todo el camino real que llegaba hasta Mazatlán de esta región minera.
Pues en este río Presidio sucede que por las recientes nevadas y copiosas lluvias que cayeron en la sierra algunos días anteriores a  esta excursión varias veces extrema, nos paró en seco la novedad de que venía crecida la corriente de agua y podríamos tener dificultades al cruzarlo. Para no hacer el cuento más largo echamos a un voluntario a superar las frías aguas (del deshielo) a pie para ver que tan hondo estaba y si había muchas piedras grandes estorbando, dando negativo en los dos puntos y disponiéndonos a pasar casi a flote, los veinte y tantos vehículos especiales que sumaban nuestra caravana.

Cabe mencionar que al mismo tiempo pasaron dos camiones gigantes cargados de trozos,  de una manera medio espectacular.
El camino hasta ahorita,  había venido viboreando, si así se le puede llamar, por la línea fronteriza entre el estado de Sinaloa y Durango, pero aquí en este cause de agua mayor,  definitivamente ingresábamos al estado Sinaloense y fuera de nuestro terreno, por lo que nos pusimos un tanto nerviosos.

Aclarando que en todos los pueblos por donde pasamos la gente resultó totalmente amistosa, los pueblitos bien arreglados, limpios con sus casas en la mayoría pintadas y en general de un aspecto muy agradable.

Es importante agregar que el estado por su producción de granos es llamado no menos que el “granero de México”.

El terreno a estas alturas pues era totalmente diferente y los pinos se tornaron en grandes higueras y una medio selva que llaman Selva Baja Caducifolia, muy espinosa pero muy bonita, con muchas aves y diversidad de animales inclusive con algunos jaguares de los que están amenazados y a punto de extinguirse. Pasamos también por una presa nueva llamada “Picachos” y después de varios pueblitos con nombres exóticos como La Iguana, La Noria, el Tecomate y una travesía de más de excitante,  por fin llegamos   a la bien llamada,  Perla del Pacífico, Mazatlán. Por ahí nos vemos.

 
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