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EL HUNDIDO.
Texto y fotografías. Walter Bishop Velarde.

Salimos bien temprano de la ciudad, alcanzando a ver la salida del sol, un constante de esos que nos da seguridad, en alguna ocasión hace un buen de años leí por ahí, no se si de Lobsang Rampa el autor del libro de Tercer Ojo, que había siempre que meditar en la mañana hacia la salida del sol, pues así nos envolvía el momentum del nuevo día y en tantito tenía razón, ya que después de ver nacer a nuestro astro rey, no necesariamente le dimos más rápido al “bus” de aventura pantera, pues este no da más de 80km. por hora así te venga persiguiendo “el innombrable”, sin embargo nos sentimos más a gusto y si hubiéramos tenido radio de seguro vendríamos oyendo alguna canción ranchera, música que va muy bien con la mañana.

Se trataba de llegar a Torreón para pasar por unas personas que nos acompañarían en nuestro viaje ya tradicional de Mayo 1, a la Zona del Silencio y por ende al Desierto Chihuahuense.

Esta todavía aventura, ahora lo hacemos metiéndonos un poco más al estado de Coahuila, ya que no nos dejan entrar a la Reserva de la Biósfera de Mapimí por causa de una política mal enfocada, con la cual ya casi han corrido a todos los habitantes del desierto que alguna vez vivían ahí en su tierra natal, exterminando al hombre del programa MAB de las Naciones Unidas donde según esto se promovía la unión hombre-naturaleza como sustentable y práctica. Puros cuentos.

En esta época del año, el calor usualmente está a todo lo que da, pero como regalo de los dioses, todo el camino nos había soplado una brisa bastante fresca, manteniéndonos a una temperatura agradable, pero de repente, en un momento de esos en que te quedas en blanco por un instante pensando en otras cosas, perdimos la vuelta en un camino de terracería que nos llevaría a las Dunas de Acatita y decidimos continuar manejando, hasta unos cerritos los cuales nunca habíamos visitado y en cuanto paramos el “Desorden” (nombre del bus) y empezamos a bajar, sentimos la ola de aire caliente como de esas que salen en las películas cuando explotan una bomba atómica, que nos quería coser el cerebro.

Se daba un efecto de esos de refracción, donde el sol había calentado las rocas casi todas de color negro, todo el día y estas causaban una reacción como de horno de estufa a todo lo que da. De todas maneras anduvimos por ahí identificando cactus, que por cierto estaban a punto de cocción y uno que otro fósil de microorganismos milenarios de cuando se supone que toda el área era un océano, que ahora llaman no me pregunten porqué, el Mar de Tetis ( no tiene que ver nada con la escandalosa novela “Sin Tetas no hay Paraíso”).

Ya una vez que rectificamos rumbo, por fin llegamos a la dunas de arenilla que te hacen sentir como si anduvieras en el Sahara o en una película de esas de “Lawrence de Arabia” donde se pasan la mitad de la cinta muriéndose de sed. Ahí mismo acampamos y nos fuimos a vacilar en la arena.

Las noches por estas latitudes siempre son impresionantes, la intensidad con que brillan las estrellas, te hacen sentir que puedes alcanzarlas con tan solo estrechar tu brazo y te causan un sentimiento raro, donde empiezas a darle vuelta a pensamientos reservados para estas ocasiones.

¿Por qué crear un desierto, un lugar tan inhóspito, nunca llueve, los animalitos se la pasan en crisis todo el tiempo, ahorrando agua, alimentos, sobreviviendo amenazas reales como que te come un búho o te pica una víbora, porqué no tenerlo todo igual, todo agradable como un bosque quizás, y si a esas vamos, porqué tiene que haber gordos (no tiren), feos y feas, porqué no todos bien parecidos, mujeres todas esculturales, porque tanta diversidad?. Bueno, en este tipo de noche, con la Vía Láctea serpenteando en el cielo, la Osa Mayor bailando con su hermana la Menor, todo el firmamento girando alrededor de la estrella del norte “Polaris”, te pones a pensar en toda clase de cosas.

El día siguiente es uno pesado, nos levantamos temprano, desayunamos, recogimos el campamento y nos fuimos rumbo Laguna del Rey, donde está la Química, también del Rey y es la planta donde se procesa la sal y otros minerales que deshidratan del agua que ahora ya tienen que extraer del subsuelo, aquí está el último reducto de lo que fue el mar hace me imagino millones de años. Es un pueblito como todos los mineros con un lugar reservado para los ingenieros, y otro para los más mortales pero en fin agradable ya que nos da un poquito de civilización, como señal de celular para avisarle a tus familiares que todavía andas en pie de sobreviviente del desierto y aquí también podemos comprar hielo, un verdadero lujo donde la temperatura en ocasiones sobrepasa los 40 centígrados.

Después de pararnos en las lagunas de sal, continuamos nuestro viaje por el desierto moviéndonos por caminos de tierra convertida en polvo tan fino que toma cualidades del agua como hacer olas enfrente de las llantas, o sea que de repente sientes que vas navegando en un océano de tierra, cactus, y un horizonte muy lejano.

Y así es, nosotros en esta ocasión íbamos por primera vez, a donde ya no se podía ver, a la sierra más lejana que nuestra vista registraba, a un lugar llamado el Hundido en el pie de la Sierra del Diablo en los límites de Chihuahua con Durango muy afuera de los linderos de la Reserva de la Biósfera, donde hay una maravilla natural además de un fenómeno espectacular.

Por alguna razón que todavía no entiendo muy bien, los dueños de esta propiedad no quieren dar a conocer su ubicación del todo, hasta no estar quizás en mejores condiciones de recibir turistas, pero a mi muy personal modo de ver las cosas, ya deberían ellos haber hecho un programa de turismo aventura o ecológico para poder recibir a los visitantes, y de alguna manera recibir un beneficio de este lugar tan peculiar, pero en tantito no hay necesidad y pues es válido el abandono.

Total llegamos después de viajar todo el día, un tanto cansados, pero en cuanto nos acercamos a donde estaba un papalote y una estructura metálica un tanto desordenada, vimos que había valido la pena el largo camino.

Es solo un agujero en la tierra de unos treinta metros de diámetro, hecho por la naturaleza en la piedra calcárea de la sierrita, pero en cuanto te asomas y percibes la profundidad del mismo se te enchina la piel y te agarras de algo, lo que sea.

Alrededor del socavón volaban quizás un ciento de golondrinas que entraban y salían y luego vimos cómo empezaron a ascender unos espeleólogos que habían bajado hasta el fondo del hoyo. Luego supimos que éste tenía 187 mts. de profundidad hasta una islita en medio de una lago de unos cien metros de diámetro y que el agua tenía cuando menos una profundidad de cien metros que era la medida de la cuerda que llevaban, pero que no había tocado fondo.

Nos estábamos maravillando de el conjunto de imágenes que podías observar, no importaba la dirección hacia donde miraras, cuando con un grito de “ahí vienen”, de uno de nuestros guías, empezaron a salir un verdadero torrente de murciélagos, luego supimos que se llaman “Murciélago Mexicana de Cola Libre, tadarida brasiliensis mexicana”, y pasó media hora, 45 minutos y la hora entera y seguían saliendo los compañeritos estos.

La fila de murciélagos se extendía por el aire hasta donde podías ver e inclusive se veía cómo allá a lo lejos se dividían en pelotones y unos se dirigían a un lado y otros hacia el opuesto y seguían saliendo, claro que había algunos inconvenientes, uno era un olor intenso a guano y otro era el miedito que teníamos de que chocaran con nosotros y nos fueran a morder o algo, ya que son conocidos por transmitir la rabia y por lo tanto no debe uno acercarse mucho.

Estos animalitos también tienen su oficio dentro de la naturaleza, pues son los encargados de polinizar muchas de las plantas del desierto donde ellos buscan toda clase de insectos, que es lo que principalmente comen. Estos forman las colonias de mamíferos más grandes del mundo y según dicen hay una cueva cerca de San Antonio, Texas donde calculan que viven unos 20 millones de éstos y que consumen unas 250 toneladas diarias de insectos voladores, o sea que son una gran ayuda para el control de plagas, entre otras cosas, últimamente sus poblaciones han disminuido notablemente y se cree es por el uso indiscriminado de insecticidas en los cultivos paradójicamente perdiendo un gran aliado en el control de insectos dañinos para la agricultura.

Después del súper espectáculo donde ya mero se me olvidaba andaba un gavilán cola roja pepenando murciélagos para su cena, tambien nosotros disfrutamos de una excelente cena y nos fuimos a dormir sintiendo la mano de Dios cerquita de nosotros. El día siguiente sería de regreso con una visita al puente de Ojuela. Por ahí nos vemos.

Agradecemos al Dr. Rodolfo Martínez y Sr. Antonio Holguín por sus atenciones.

 
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