Por fin algunos de los objetos de arte religioso que habían estado envueltos en un aire de misterio por los últimos cien años pues son más antiguos que esto, finalmente se exponen en uno de los rincones interesantes de la catedral.

Con la entrada por la calle de Negrete, como si fuera uno a pedir permiso para casarse, bueno, algo más alegre, permiso para un bautizo, entra uno con rumbo a las oficinas y en el patio está el señalamiento que indica hacia unas escaleras con una reja de hierro retorcido en su parte superior y una ventana de esas de muchos cuadritos dejando entrar una luz lo suficientemente tenue como para ponerte en carácter (hasta me quite la cachucha), para subir a donde te reciben amablemente los guías custodios y después de los trámites de rigor como en todos los museos, rápidamente entrar a la primera sala donde te tienes que cuidar de no llenar de saliva tu cámara pues literalmente se te cae la baba.

Yo iba así como de exploración y a pedir permiso nada más, para luego regresar ya con más calma a tomar las fotos, pero no me pude contener y empecé a tomar fotos de todo y en todos los ángulos imaginables. La “SALA 1” como le llaman y como todas las del museo, tienen un piso de madera pulida, paredes masivas estilo catedral y techos altísimos que dan la impresión de un espacio amplio que ya después de ver todo lo que ahí se encuentra, se antoja un poco reducido pero que interesante, una museografía impecable.

Lo primero que te deja emocionado es una figura de la Inmaculada Concepción, vestida de dorado y rojo, algo raro para mi, hecha por Felipe Ureña en 1749, realmente preciosa, luego no puedes más que impresionarte de un Tenebrario gigante del Siglo XVIII, pero a la derecha de éste, en un lugar que no me gustó mucho, pues quizás uno más holgado hubiera estado mejor, está la imagen de un Cristo “el Señor del Mezquital” , figura hecha con pasta de caña aproximadamente de 1595, al parecer michoacana, que es incomparable. Además hay algunas obras del Siglo XVIII atribuidas a José Juárez y otras a Sebastián López Arteaga.
Continúas y pasas a la “SALA 2”, de los Santos Auxiliares de Catedral totalmente llena de arte, con varias figuras como las de unos peregrinos del Siglo XVIII usados para las posadas en aquellos tiempos, para después de repararte del susto de ver las dos cabezas en cajas de vidrio, de los mártires Faustina y Benedicto me imagino y espero sean de pasta, puedes apreciar unos cuadros de San Felipe Neri pintados por Juan Antonio Aguilera y admirar uno en particular de Santa Bárbara, misma que fue por algún tiempo patrona de la ciudad, pintada por Gabriel Ovalle.

Cabe aclarar que no precisamente soy fanático de los museos y menos de arte sacro, pues en realidad mi lugar es afuera en el campo, buscando horizontes en la fantasía de la naturaleza, pero cuando hay algo sobresaliente en la ciudad y principalmente relacionado con la Catedral edificio cuya construcción considero importantísima para el desarrollo del norte del México del virreinato y de la ciudad misma, hay que promocionarlo y dárselo a conocer a usted amable lector e invitarlo para que pase a visitar esta joya entre los museos de la ciudad.

En la “SALA DEL NEOCLÁSICO” está una -Custodia Monumental- no muy antigua pero con mucho arte y un cristal al centro, que la hace brillar por si sola, muy bonita, además se pueden observar algunas otras obras entre ellas una colección de pasajes de la vida de la Virgen María que se compone de 16 cuadros, óleo sobre cobre pintados por Francisco Clapera a finales del Siglo XVIII.

La siguiente sala o la de “LOS OBISPOS”, quizás sea la más imponente pictóricamente, ya que aquí encontramos una seria de obras de buen tamaño con toda la línea de obispos de Durango desde Gonzalo de Hermosillo en 1620 hasta el actual arzobispo de Durango Don Héctor González Martínez ahora en día en 2008. Claro son varios los artistas que intervienen según la época, pero tenemos cuadros de Gabriel Ovalle, Francisco Rodríguez Juárez, Juan Correa, y ya en nuestros tiempos a Salvador Toulet antiguo dueño de las Fábricas de Francia y el Presbítero Ramón Ramírez.

Seguimos a la “SALA CAPITULAR” donde se reunía el cabildo eclesiástico para tomar las decisiones importantes de la diócesis y espero que no hayan estado como los del municipio de la ciudad que a veces tiene uno sus dudas, pero en sí lo más importante de aquí es una silla y un reclinatorio que usó el Papa Juan Pablo II en 1990 en su visita a Durango, primero y me imagino único Papa que tendremos como el visitante más ilustre que jamás haya venido a la ciudad.

La siguiente sala o “LA CAPILLA DE LA MÚSICA” como la llaman, además de un crucifijo muy interesante por como está iluminado, además cuenta con la biblioteca de los libros del coro, pero no cualquier libro, sino que unos librotes como de a metro hechos con cuero de cerdo y pergamino de cordero escritos a mano en latín, con los diferentes cánticos religiosos según la misa o el evento como defunciones, un tesoro a lo menos.

Salí de la última sala y me senté una ratito, en un banca de madera en el pasillo de arcos, para recobrarme del asombro, pensando en todo el trabajo que el museo refleja, de las personas que dedicaron buena parte de su tiempo para hacer posible esta puesta de verdaderas joyas del arte sacro en Durango.

Indiscutiblemente tenemos a nuestro arzobispo Don Héctor González Martínez y el grupo -Amigos de Catedral- quienes hacen esto posible, pero adentro en el trabajo pesado están el Dr. Miguel Vallebueno Garcinava como historiador y curador, el arqueólogo José Luis Punzo como museógrafo y el Arquitecto Javier Mayagoitia López de Director del museo.

Para conocerlo, pues no se lo puede perder, le recomiendo, buscar y atender las indicaciones y el consejo de los guías custodios, Alicia Eugenia Juárez Loera, José Alonso Martínez Barrios, Carlos Valderrama Chaires y Adolfo Martínez Romero quienes tienen toda la interesante información y que harán su visita mucho más agradable e ilustrativa.

Me quedo corto en ponerle el adjetivo de excelente, pues es mucho más que eso, por ahí nos vemos.