... Y estábamos platicando de que ya para 1700 o quizás unos cuantos años antes el maestro Mateo Núñez a quien había mandado traer el obispo Don García de Legaspi, reporta en mal estado todo el edificio y sugiere una reconstrucción casi total de lo que hasta ese tiempo se tenía, algo así como el cuerpo principal y el principio de una torre.
El maestro Mateo Núñez dura muy poco trabajando pero deja buenos planes para continuar con las obras, mismos que efectúan Simón de los Santos y un tanto después Joseph de la Cruz a quien quizás le podamos atribuir la construcción de gran parte de la catedral pues en 1715 todavía se le registra en la ciudad y la catedral tendría dos cuerpos de la torre poniente y los principios de la torre oriente.
Durante este tiempo en que la ciudad solo cuenta con alrededor de 1700 habitantes, se trataba de mantener limpia la construcción de la iglesia y se tienen reportes donde se ordena hacer esta limpieza como en 1705 cuando se barre un camino para el paso de las procesiones de semana santa. En el interior poco a poco se iba trabajando para decorarlo pero el gran obstáculo era que todo venía de España o del centro del país. El reloj (de la torre poniente que ya no está), la sillería del coro, la herrería de la crujía y de la torre, en fin, todo se transporta primero de España a Veracruz y luego del puerto a México y finalmente a Durango.
Carpinteros como Juan Antonio Polo y Lucas Nori van amueblando la nave, en 1715 Ignacio Araujo maestro fundidor trabaja parte de las diez y seis campanas y así paso a paso finalmente en 1721 la torre poniente se termina con todo y herrería de sus balcones, además se tienen tres bóvedas, la sacristía, sala de cabildos y se cuenta con la sillería del coro y uno de los órganos.
Quizás sea importante decir que la ciudad de Durango en este tiempo ya tenía otras iglesias como la de los Remedios, el santuario de la Virgen Guadalupe, la iglesia del Colegio de los Jesuitas, convento de San Francisco y otras más, así que podemos deducir que la gente de aquel tiempo de alguna manera por su fragilidad ante la vida era muy devota pues grandes eran los males que los acechaban y lo único que tenían para su defensa eran sus Santos y Dios mismo.
Después de una etapa tranquila donde por cierto muere el Doctor Don Pedro Tapiz y continúa el Obispo Benito Crespo quien adquiere varios elementos decorativos para la catedral como el tenebrario de origen mudéjar del siglo XVI y ornamentos de bronce, a su vez muere en 1737 y un año después por decisión del cabildo se inicia una segunda reconstrucción mayor de la catedral, donde se presenta el estilo salomónico en las portadas de los lados y el estípite en el altar mayor.
En el periodo siguiente de aproximadamente 20 años, se ordena reconstruir las seis bóvedas laterales para ponerlas al ras de la nave principal, además literalmente se agujeran varias paredes para hacer ventanas e iluminar el interior, pues tenemos que recordar la falta de luz eléctrica que ahora damos por hecho, y que en ese tiempo sencillamente no había. Así pasando por la dirección de varios Obispos como Martín de Elizacoechea para 1762 ya casi se tiene la catedral que vemos ahora pero todavía faltaba entre otras cosas mitad de la torre de oriente y aun cuando la entrada principal estaba acabada con todo y portones, faltaban de concluir las portadas laterales.
Cabe decir que al final de este periodo se inicia una bonanza económica por los descubrimientos de los minerales de Guarisamey en la quebrada del Piaxtla de la sierra madre occidental, la ciudad cuenta con agua del manantial de Obispo que precisamente él mismo había mandado construir una presa para evitar el derramamiento del líquido y este era llevado y distribuido en la ciudad por acequias de piedra y cal, un bando de policía para guardar las buenas costumbres que incluía no lavar la ropa ni los trastes en estas, etc., etc. Para estas fechas, la población según Tamarón se componía de 1,311 familias de gente española y demás sumando 8,937 personas que vivían en la ciudad y en algunas haciendas de alrededor de la misma.
Este mismo señor Tamarón que por cierto era el Obispo, describe el estado de la catedral en 1765 como “muy adelantada” toda de cal y piedra con sus bóvedas terminadas, con rejas de fierro y ventanas, tres entradas principales con cantería labrada así como sus puertas de clavos de bronce, ocho capillas, aun cuando todavía faltaba de concluir la segunda torre. Pero además tenía la sacristía de bóveda, veinte altares, la sillería del coro, 57 libros casi de un metro de alto, la torre poniente completa con reloj y balcones de fierro y 19 campanas. O sea casi la catedral de hoy en día pero con una sola torre.
Aun con todo y el oro y la plata provinentes de la sierra, los años finales del Siglo XVIII son duros para Durango ya que después de haber tenido varios años de sequía el 27 de agosto de 1786 cae una helada tardía o temprana como la quieran ver y acaba con los cultivos de tal forma que los religiosos acaban por tener que instrumentar unas comidas públicas y separar harina para las hostias pues no había ni un grano de comida.
Sin embargo con todo en contra, las obras de la catedral prosiguen y algunos años después ya se habla de cambiar el viejo reloj de la torre poniente por uno nuevo que regala Juan Nepomuceno Flores, a la torre oriente ahora terminada y en los 1840 y tantos también cambian los retablos de madera a unos de piedra estilo gótico que entraba de moda, al parecer por una ley que se promueve prohibiendo los primeros por ser una amenaza de lumbre en las iglesias.
No sé, pero todavía al ver la Catedral Basílica Menor pienso en los dos cientos años que aproximadamente tomó construirla y en todos los sucesos, todos los acontecimientos, sufrimientos y esfuerzos que pasaron cientos de personas tal vez miles en todo ese tiempo para finalmente edificarla. Me gustaría pensar que todavía ahora tenemos lo suficiente, para lograr una hazaña de organización y tenacidad como esta, para que previendo el futuro y los tiempos venideros, que también pudieran ser demandantes, lográramos como ciudad crecer y salir adelante. Solo de aquí en doscientos años lo sabremos.
Por ahí nos vemos.
Fuentes bibliográficas:
La Catedral de Durango por Maria Angélica Martínez R. y Joaquín Lorda; Apuntes para la Historia de la Nueva Vizcaya, por Anastasio G. Saravia; La Conformación del Espacio Urbano de Durango por Miguel Felipe de Jesús Vallebueno G. |