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CERRO GORDO.
Texto: Walter Bishop Velarde. Fotografías: Walter Bishop Velarde.

Huaxamanaka es el nombre que le dan los Huicholes al punto más sagrado que tienen en el norte de cinco o seis que visitan regularmente según su religión, por otro lado, los Tepehuanos le llaman Babai Ixgyt a este mismo lugar que nosotros llamamos Cerro Gordo. Esta gran montaña es el sector más alto de toda la Sierra Madre Occidental en el norte de la república alcanzando los 3342 mts. sobre el nivel del mar, altura de bastante consideración.

Habíamos estado platicando de hacer esta travesía ya en serio por meses y un tanto de fantasía por años, pues según recuerdo cuando tenía unos 8 años de edad, visitamos (mi señor padre y yo) el área hasta donde había camino, pero de esos infernales, para la extracción de madera y de hecho nos quedamos atorados en un puente toda la noche hasta que en la mañana un camión trocero con un cable nos jaló desatorando la camionetilla. Pero en esta ocasión (55 años después) nos habíamos organizado con el grupo de moto enduro, que ya tenemos dos años poniéndole nombre y todavía no sale uno bueno, pero somos un grupo bastante sólido con varias primeras veces bajo el cinto con mucha experiencia y decidimos tratar de llegar a este mítico cerro de la sierra en Durango.

La logística acá vista desde Durango no estaba fácil, por una parte necesitábamos cerciorarnos de que hubiera un grado de seguridad aceptable para todos, mismo que estuvo en entredicho por varias semanas en que estuvimos preguntando por sectores como se sentía el ambiente, hasta que tuvimos la suerte de platicar con el regidor del municipio de Pueblo Nuevo, Refugio Salinas, quien nos aseguró que todo estaba en calma y se podía viajar por el sur del estado con tranquilidad, y por otra parte teníamos que conseguir lo más que pudiéramos de distancia, condición del camino, poblados y conocidos en la ruta, gasolina, etc., etc., y la verdad es que no había mucha información, ya que el sur del estado y sus etnias son aun un misterio para el resto del estado.

Ahora si que “ni tardos ni perezosos” aceleramos los preparativos para un fin de semana ahora de febrero, donde un sábado con un clima excelente (de esos días durangueños) salimos en la travesía cinco motos y pilotos más dos camionetas con dos participantes cada una, siendo nueve en total quienes tomamos el camino. La idea era que las camionetas que nos servirían de apoyo, se fueran por vía de “la Flor” hasta “las Bayas” donde nos reuniríamos con los “Motocicletos” que vendrían por una ruta más agreste y apropiada para ellos y desde ahí transitar la misma ruta los dos tipos de vehículos con velocidades muy diferentes, pero los más rápidos esperando a los más lentos, ya que era camino nuevo nunca recorrido por nosotros.

El camino trazado era Durango, la Flor, las Bayas, el crucero del Mimbre donde volteas sur hacia Cebollas y continúas a Maíz Gordo donde estaría el guía local Carlos Cano esperándonos para la última fase, la subida al Cerro Gordo. Y no sabemos como pero rápidamente empezó a bajar el sol de tal forma que cuando llegamos a este último pueblito ya se había metido y el ascenso en vehículo tuvo que ser de noche por un camino ahora sí que feo, donde los 4x4 de las camionetas estuvieron a la orden, pues sin este no hubiéramos llegado hasta arriba.

Arriba estaba uno que le llaman puerto, que no es otra cosa más que un bajo entre dos cerros a ambos lados, donde en este caso acamparíamos. Para algunos de nosotros aun cuando no estábamos en la cima, el momento era mágico (palabra muy trillada pero muy descriptiva).

Viendo hacia el sur a la derecha estaban una formaciones gigantescas siluetadas por lo que quedaba del crepúsculo y a la izquierda estaba propiamente el Cerro Gordo con unas formaciones como pilares y una gran formación que parecía una “cara” que fácilmente estimula tu imaginación al máximo.

En el firmamento estaban dibujadas las constelaciones del cielo invernal Orión, Tauro, La Pléyades, Cirus la estrella más brillante de todas y por la emoción no podía ni iniciar la sesión fotográfica que había hasta soñado ya por varios años, sin embargo, acá otra vez en la tierra la realidad era una cruenta, un aire huracanado nos pegaba del sur y pasaba entre las formaciones rocosas como un río caudaloso de una fuerza inimaginable con el agravamiento de que estaba haciendo un frió que te llegaba hasta el tuétano de los huesos.

No había otra cosa que hacer, ahora si antes que nada y contra todo sentido común, que prender una inmensa fogata de esas que está a punto de salirse a cada momento y echarse unos tres mezcales en sucesión (uno tras otro) para medio seguir funcionando con pensamientos razonables. Separarme del refugio de la lumbre para sacar el tripié y tomar las fotos tan anheladas fue de locura y de tormento puro.

La fotografía de noche en lo que voy de mi escasa experiencia como fotógrafo, requiere de algo llamado “iso” (que expresa la sensibilidad del sensor de imagen a la luz disponible) o algo por el estilo, de apertura y de tiempo, pueden ser horas pero usualmente son solo segundos, pero qué segundos aquellos, una fotografía de 30 segundos bajo esas circunstancias era como estar tres minutos bajo el agua helada, ah pero la recompensa fue sublime.

Ya después de un rato, un tanto satisfecho con bastante mezcal fluyendo por las venas, busqué un refugio del aire cuando menos, ya que del frío era imposible, tiré mi “sleeping” en la tierra y entre que dormí debajo de ese cielo extraordinario (dandole gracias a Dios por el momento), oyendo el ensordecedor ruido del viento toda la noche.

En la mañana un poco tarde pues ya había algo de luz, nos levantamos antes que los más borrachos de la noche anterior (hay que decirlo) y sin más preparación que la de abrocharnos las botas iniciamos el ascenso de los últimos 200 o 300 mts. a la cima de Cerro Gordo, la vereda la mantiene el ejido de Maíz Gordo en cuya propiedad está el gigante y ahora sí que con el frío de la mañana peor que el de la noche, ni te sentías cansado al ir subiendo a pie respirando el aire de arriba de 3000 mts. sobre el nivel del mar. En una de esas ya no aguantamos y al parar y ver a la derecha o el poniente, cuál sería la sorpresa de observar la sombra reflejada en las cañadas de abajo, del objeto más alto de todo el estado Cerro Gordo, ahí estaba como una pirámide de cientos de kilómetros cuadrados, recorriéndose ahora sí que a la velocidad de la tierra, era impresionante.

Pero más que impresionante la vista, era también agotante la subida y antes de completar la cima me dejaron los compañeros y me agarró un ataque de tos, estornudos, falta de respiración y algunas cosas que no puedo mencionar que me forzaron a parar un poco mi ascenso. Luego de un rato continué y la panorámica era de película pero no de vaqueros sino de escaladores, así se sentía.

Por el lado poniente teníamos la impresionante sombra del coloso, al sur Nayarit, se veía a lo lejos el pueblo de San Francisco de Lajas, al oriente estaba el sol y sus rayos bien calientitos y al norte increíblemente podíamos ver el Huehuento de 3100 mts snm y Cerro Prieto también de más de 3000 mts snm o sea estábamos hablando de una distancia de más de 200 kilómetros de un punto al otro. Ahí en la cima estaban unas chocitas con techo de zacate donde los Huicholes dejan sus ofrendas cada que suben a esta tierra sagrada para ellos, había además unos ídolos de piedra labrada muy toscamente y cientos de pequeños objetos de todo lo que dejan ellos al pedir asistencia de uno de sus dioses. Nosotros también dimos gracias a Dios por estar donde estábamos.

El regreso como siempre igual, dimos las gracias a Carlos por su valiosa ayuda, empacamos, en un viaje de moto siempre hay algo de mecánica que hacer y salimos de regreso a casa, un día precioso entre el bosque, sin ningún contratiempo llegamos a Durango con suficiente tiempo como para echarnos el último mezcal del excepcional recorrido. Por ahí nos vemos.

 

 
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