La cita era para el domingo 30 de septiembre a las nueve de la mañana en la orilla del río Tunal, un poco a las afueras del poblado de La Ferrería, pero la noche del sábado había salido una luna llena tan hermosa, “la luna de la cosecha” que decidimos llegar temprano antes de la salida del sol para echar la canoa al río y tener tiempo de remar un poco más adentro hacia unos lugares que a esas horas parecían celestiales.

Y si, efectivamente, al llegar la luna estaba a punto de meterse aun cuando todavía se distinguía arriba de las copas de los grandes árboles quizás la mayoría sauces, reflejándose en el espejo del agua de una forma tan increíble, algo mágico, que no dabas crédito a tus ojos de lo que estabas viendo.

Así que íbamos remando bien tranquilos sin hacer mucho “chacualeo” con los remos y el agua, deslizándonos bien calladitos de modo que solo se oían los pájaros cantando y los disparadores de nuestras cámaras fotográficas cada vez que tomábamos una foto que créanme, bien valía la pena el habernos levantado todavía de noche.

En eso estábamos bien absortos por la belleza de todo el conjunto el río, los grandiosos árboles, los lirios morados, el color del cielo y las nubes reflejando además los tonos del amanecer, era extraordinario y de repente, por ahí de entre los tules nos gritaban unos adolescentes “hey señor cómo se le hace para remar” pues al parecer andaban de desmañanada y su lanchita en la que cuando menos iban unos ocho muchachos sólo daba vueltas. Como vimos que se estaban divirtiendo de “buena manera” les dimos unas resumidas instrucciones y continuamos nuestra travesía por el río pero ahora en conjunto al escándalo que se traían los muchachos.

Como pudimos, remamos más aprisa para dejarlos atrás y librarnos de su ambiente festivo (era muy temprano) cuando no muy lejos, un tanto adelante, vimos a dos pescadores en una escena de cuadro, sacando con su red pequeños pececillos en su mayoría carpas y tilapias, aun cuando nos platicaron que también sacaban bagres y lobinas, lo cual invocó recuerdos de hace ya mucho tiempo como en cuento, cuando de niño-adolescente por cuestiones totalmente incomprensibles para esa edad, volaron con dinamita la cortina de la presa antigua de Ferrería, un tesoro del virreinato para construir la represa que ahora bien que mal disfrutamos, pero antes de demolerla tuvieron que vaciarla y al hacerlo descubrieron unos bagres (pescados) verdaderamente gigantescos (parecían monstruos) en las covachas que había en el fondo de la ribera de este ya domesticado río del Tunal.

Para esas horas ya casi las nueve, decidimos regresar a donde sería la lanzada oficial del evento, no sin antes identificar algunas de las aves que por ahí volaban como las garzas blancas, las gallinitas, patos mexicanos, un pescador norteño y varios chiquitillos más. Al llegar a donde estaban todos, nos sorprendimos del número de cuando menos 50 embarcaciones que estaban ya en el agua y la cantidad de gente que andaba por ahí caminando, por lo que podemos concluir que fue un éxito esta, una de las celebraciones del Día Mundial del Turismo por parte del Municipio, por cierto organizada por Olaf Vargas y sus compañeros de la Dirección de Turismo Municipal que dirige la Lic. Yazmín Barreda Compeán.

Esta regata que tiene dos años de estarse llevando a cabo, consta sencillamente de remar de la Ferrería por el río Tunal hasta las inmediaciones de el Nayar, donde ahora con lo del nuevo puente no se puede pasar, pero bien vale la pena remar en compañía de todos y en un ambiente muy positivo por estos causes, ya de regreso se armó un gran convivio familiar con una discada muy rica como platillo principal.

No sería honesto cerrar este pequeño relato más que nada de un amanecer durangueño, sin antes hacer mención del alarmante estado del medio ambiente en los alrededores de este uno de los ríos más bonitos y además más importante de la Cuenca de San Pedro, ya que por su cauce que baja de la sierra madre, pasan miles de metros cúbicos de agua que riegan miles de hectáreas de cultivos acá abajo en el Valle del Guadiana. Es sumamente necesario que se limpie de basura el lugar, y más que nada que se traten las aguas negras que producen los cuatro o cinco pueblitos río arriba de la Ferrería. El potencial turístico que se observa en el lugar es inmenso y es seguro que en cuanto se resuelvan los problemas de contaminación que se tienen ahora en día, esta micro región sub-urbana va a florecer de una forma incalculable para el beneficio de sus habitantes. Por ahí nos vemos.