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PEREGRINOS DEL DESIERTO
Texto: Walter Bishop Velarde. Fotografías: Walter Bishop Velarde.

El padre franciscano Fray Jerónimo Panger funda el convento de la Purísima Concepción de Cuencamé en el año de 1583, un poco más tarde en 1594 llega la misión de la Compañía de Jesús. El pueblo en sí se funda por los europeos en 1601 como el Real de Minas de San Antonio de Cuencamé y en su momento gracias a las minas de Santa María de San Lorenzo, fue de los más poblados y ricos de la Nueva Vizcaya.

Ahora en día, el poblado y su iglesia de San Antonio de Padua, patrono del pueblo, siguen siendo reconocidos mundialmente por la imagen del "Señor de Mapimí", cuyo culto es un fenómeno de fe que de hecho todavía asombra a la gente.

En realidad no se sabe gran cosa del origen de la imagen, según historiadores -Anacleto Hernández, Gabriela Sánchez Garza- durante una solemne procesión en el año 1715 del siglo XVIII durante celebraciones de Semana Santa en el poblado de Mapimí donde era venerada, cae bajo el ataque de los indios Tobosos y Cocoyomes, por cierto feroces guerreros defensores de sus tierras, de donde huyen algunos españoles llevándose al Cristo con ellos hasta las inmediaciones del Río Aguanaval o Cañón de Jimulco donde lo escondieron.

Meses después en agosto del todavía año 1715 se reciben noticias del hallazgo por unos soldados, quienes llegan el 6 de ese mes a Cuencamé cargando con el Señor de Mapimí y aún cuando los del partido de Mapimí reclamaron la imagen, esta se les fue negada para nunca más salir nuevamente del pueblo creciendo su notoriedad como milagrosa y convirtiéndose en objeto de culto para miles de seguidores. Según la leyenda, cada vez que se quiere sacar al Cristo del templo, este crece en tamaño para no salir por la puerta del templo.

Para estas fechas se tiene un programa bien establecido de danzas de matachines -más de 50- en donde destaca la Danza de la Pluma y el arribo de miles de creyentes de todas partes del mundo imaginables a participar de alguna forma en las celebraciones que duran desde el 28 de julio hasta el 7 de agosto, incluyendo un novenario y una peregrinación en carretas de lo más insólito posible.

Ya que los pobladores de las inmediaciones del Río Aguanaval y Cañón de Jimulco como San Eugenio, Zaragoza, San Diego, Cureña, San Antonio, Ojo Seco y otras comunidades aledañas se envuelven en una travesía de más de cien kilómetros por el desierto en carromatos de cuatro llantas tirados por caballos, mulas y burros, resulta verdaderamente inimaginable además de un tanto Kafkiana.

Son en lo general más de 100 o 150 carruajes los que participan en el evento, además de las personas que fácilmente suman más de 500, pues por lo general adentro de las mismas viene toda la familia desde de niños de brazos hasta los más ancianos bisabuelitos con colchones, garrafones de agua, comida, leña, sillas, mesas y todo lo necesario para un campamento de tres días dos noches que también incluye el perro.

Lo mas inverosímil de esta increíble osadía, es la fe que mueve a estas personas ya que la travesía por el desierto que en sí es un prodigio de energía digna de una justa deportiva, aquí eso no importa ya que el viaje se hace por la religiosidad de la gente que vienen a pagar un favor o manda y a darle las más emotivas gracias al milagroso "Señor de Mapimí". Por ahí nos vemos.

 
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