¿Ha ido algún fin de semana a conocer la zona arqueológica y la hacienda de la Ferrería y, de casualidad a visitado las ruinas del alto horno que pertenecen a la hacienda? ¿Sabía que en México, el patrimonio industrial ha sido importante por lo que en algunos casos y se puede decir, afortunadamente, se han salvado algunos bienes inmuebles industriales, restaurándose de una manera adecuada y gestionando su uso para diversas situaciones?
Durango afortunadamente cuenta con un bien patrimonial industrial: el Alto Horno de la Hacienda de la Ferrería de Flores.
Haciendo algo de historia el alto horno de la Ferrería nace cuando se empieza a explotar el rico yacimiento de hierro del Cerro del Mercado, estableciéndose así una ferrería (de ahí el nombre de la hacienda y del poblado). Siendo Lucas Alamán, de los más fuertes impulsores del proyecto, estableció una sociedad con la firma inglesa “Compañía Unida de Minas” para echar a andar la ferrería, la cual se estableció en los márgenes del río Tunal. Citando el libro haciendas de Durango, dice:
“En 1840, la compañía inglesa cedió sus derechos sobre la ferrería a Manuel Bras de Fer y Julio Lehman, quienes introdujeron gran cantidad de maquinaria para hacer más operativa la empresa. Debido a la muerte de sus dos propietarios la ferrería quedó estancada hasta que fue adquirida por el poderoso hacendado Juan Nepomuceno Flores Alcalde quien, en sociedad con el inglés Marcos Ison, volvió a trabajarla con los adelantos de la industria inglesa de ese momento. Después de la muerte de Flores en 1886, se hizo un nuevo contrato de explotación entre Rosa Flores de Sisniega, que la heredó de su padre, y su primo y cuñado, el general Juan Manuel Flores, gobernador de Durango en la época porfiriana. En 1892 llegó el ferrocarril a Durango y otra ferrería instalada en las faldas del Cerro del Mercado empezó a utilizar carbón mineral en la fundición, haciendo que la ferrería de los Flores quedara en desventaja, por lo que suspendió actividades en 1893. Un nuevo intento por echarla a andar terminó en fracaso, de manera que la ferrería suspendió definitivamente sus actividades en 1899.
Los restos de los altos hornos y bodegas, -que son los pioneros de la industrialización del hierro en el país-, se encuentran junto a la presa que retenía las aguas del Tunal para alimentar los sembradíos y la fundición.”
Estas ruinas tienen mucho que contarnos y es importante valorarlas y rescatarlas, aparte de su historia, nos hablan de la tecnología de mediados del siglo antepasado y la impronta que dejó en Durango la explotación del fierro. Y el alto horno es tangible, rescatable antes de que los especialistas pierdan más información del lugar.
Este patrimonio industrial de los duranguenses debe ser más conocido y valorado, y ojalá se restaure debidamente y se realice un parque temático o museo que le dé el lugar tan primordial que en la minería ha tenido Durango desde la Conquista española, sirviendo al visitante local, nacional y extranjero de esparcimiento, conocimiento y por su cercanía al campo, de relax.
De esta manera nuestro paseo quedaría completo: iniciando la zona arqueológica, - Durango prehispánico-, la Hacienda, - Durango independiente-, el Alto Horno – Durango industrializado-. Y podemos terminar comiendo unas ricas gorditas en el Pueblito. |