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ECLIPSE

 

EL ASTRO REY NI TAN REY
Texto: Walter Bishop Velarde. Fotografías: Walter Bishop Velarde.

No todos los viajes inician igual, aun cuando todos son muy parecidos, en particular en los viajes al desierto, debes poner atención a una serie de artículos de los cuales tu vida pende en un momento de crisis.

Vamos a platicar de nosotros primero, en lo cual sobresale la necesidad del agua que todos requerimos, en todos los desiertos la escasez de la misma es tal, que si no tomas unos sorbos de esta en no más de tres días indiscutiblemente falleces; la otra es cuando caminas usualmente tienes un gasto de agua normal, vamos a decir que con un litro queda satisfecha tu necesidad, pero cuando caminas por el desierto no solo es la caminata sino el calor extremo, característica de todos los desiertos que hace que te deshidrates más perdiendo líquido vital rápidamente y causándote la muerte por una combinación letal de calor y falta de hidratación.

Así que cuando planeas un viaje al desierto más te vale que incluyas agua en demasía por si por alguna razón mecánica o física quedas varado en el mismo.

Ahora, lo del vehículo es imprescindible que tu carro sea de 4x4 y bastante alto para poder esquivar los obstáculos del camino, conscientes de que estos son muchos y en cualquier momento te pueden dejar varados o atascados, ya que nunca llueve en el desierto, pero cuando lo hace se convierte aquello en un lodazal infranqueable; hay que ir preparados .

Total estábamos en esta conductiva en un súper mercado de esos de marca donde entras por una pasta de dientes y sales con media tonelada de mandado que nunca vas a poder consumir, en este caso, en los tres días que iba a durar nuestra experiencia en desierto Chihuahuense.

Ya varias veces hemos hablado de este desierto, argumentando que por que le llaman chihuahuense todos creen que es de Chihuahua y no es así, sino que el nombre de Chihuahuense invoca a seis estados mexicanos de Nuevo León, San Luis Potosí, Coahuila, Durango, Zacatecas y Chihuahua, además de dos estados en los EUA que son Texas y Nuevo México abarcando una área de 360,600 km cuadrados convirtiéndolo como el desierto más grande de Norte América y el segundo en diversidad a nivel mundial.

Así es que después de prepararnos en exceso, finalmente estábamos rodando rumbo la Zona del Silencio (sorpresa) del otro lado de la moneda donde todo es más agradable y todavía puedes respirar los aires de libertad, una de las bendiciones que Dios nos brindó y al cual agradezco infinitamente.

Vamos a dejar en claro que no estábamos pisando los terrenos de la Reserva de la Biósfera del Bolsón de Mapimí que unas autoridades tienen secuestrada, que teníamos autorización de los dueños del lugar y que si bien andábamos entrando y saliendo dentro de los límites de los estados de Coahuila y Durango, además estábamos transitando dentro de los también límites de la ley, en especifico del articulo 11 de la Constitución Mexicana donde se establece el libre tránsito de las personas dentro la República Mexicana, o sea, es un derecho de los mexicanos el cual estábamos ejerciendo.

Obviamente que el motivo del viaje era tomar fotografías del eclipse parcial del sol del 21 de agosto, un magno evento astronómico que no te podías perder, es donde uno ve y siente lo minúsculos que somos, unas mediciones de luminosidad por parte de alumnos del Tec de Monterrey y nuestras propias observaciones empíricas del suceso. El lugar donde pusimos nuestro campamento estaba enmarcado por unas hermosas dunas que fácilmente te transportaban a el Desierto del Sahara, tal es su blancura y textura de tal forma que es difícil no echarte un clavado y retozar como cuando eras niño y tus papás te llevaban a un lugar así de paradisiaco, pero no lo haces ya que traes todo el equipo, de hecho miles de dólares del mismo que se echaría todo a perder, pues las cámaras fotográficas no se llevan bien con la arena.

Cabe decir que nos recibió un arcoiris (en el desierto) pues estaba a punto de llover, anocheciendo rápidamente convirtiendo unas piedras sin chiste en una pantalla Quartz 360 grados. La función inició con miles y miles, de seguro billones de estrellas centellando, se oían los truenos, se veía la Vía Láctea (mi real propósito en venir) y el deslumbrar de una ciudad lejana, una estrella fugaz que cruzó el cielo y su servidor con la tapa del lente puesta, qué frustración, pero toda esta sinfonía visual y auditiva sensorial, te hacían recordar vivencias pasadas con sentimientos fuertes difícilmente imborrables de tu consciencia.

En la noche la Vía Láctea y de día el Eclipse parcial del sol, y si a eso le sumas las inclemencias del tiempo, pues tienes para rato de lucha existencial contra los elementos, contra los sentimientos, que finalmente se convierten en un licuado pero no para enflacar sino para engordar de felicidad de todo el input que te llega.

El Eclipse si quieres más impresionante que una bola negra (la luna) comiéndose al astro rey, en el que más confianza tienes (sale todos los días) y todo iba muy bien hasta que unos pajarillos se nos empezaron a arrejuntar más de la cuenta y al rato todo lo expuesto al sol que usualmente está bien caliente, estaba frío, (bajó 14 grados la temperatura) la cámara haciendo un Time Lapse, el cofre del vehículo, todas las superficies. En total fue algo así como el 45% de la extensión solar cuando llegó a su máximo y comenzó a disminuir aquella oscuridad que por un momento tanto nos preocupó. Un experiencia sui generis, la cual se va a repetir en el 2024 y les recomiendo ir. Por ahí nos vemos.

 
 
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